Óscar es un macho de dogo alemán (o gran danés, como prefiráis llamarlo, que lo mismo es), que según el estándar de su raza debería pesar entre 73 y 100 kilos. En estos momentos apenas pesa 47.
Tiene leishmania avanzada y ya tiene riñón e hígado un poco tocados, así que está tomando el tratamiento, que dado su tamaño es en cantidades ingentes, y pienso renal, con el que pasa lo mismo. Su familia lo llevó al veterinario y quería sacrificarlo para no seguir gastando dinero en él. Al mes, entre tratamiento y pienso, son unos 1.080 euros.
Por suerte el veterinario dio aviso y acudieron por él. Me cuentan que es un perro de muy buen carácter, que se lleva bien con todo bicho viviente, y que le cuesta andar y sentarse. “Se encuentra bastate mal, pero esperamos que con los mimos y las buenas atenciones pueda recuperarse y buscar una familia”.
Ahora está en acogida (gracias David y Adolfo) y necesitan donación de pienso y medicamentos (glucantime), también padrinos y adoptante para Óscar.
Contacto: rescateanimalspain@gmail.com 667836948
Impresionantes, dóciles, con un carácter fantástico a poco que se les socialice bien, la suya no es, ni mucho menos, una raza apta para todos. Y no lo digo porque su gran tamaño requiera de grandes espacios, en absoluto. Los perros grandes tienen tendencia a convertirse en estupendas alfombras que dan poca guerra dentro de nuestros pisos. Es una raza que no vale para cualquiera que quiera tener un perro primero porque es muy costosa de mantener y porque tienen una salud delicada, como cualquier raza llevada al extremo en tamaño o fisonomía. Basta con ver la esperanza de vida de estas razas tan llamativas: entre siete y diez años en el caso de la de Óscar.
En concreto los dogos alemanes tienen una propensión preocupante a padecer torsión de estómago, un peligro existente en todos los perros grandes y, sobre todo, gigantes.
¿Qué es la torsión de estómago y cómo se previene? Así lo explican en la Wikipedia.
El síndrome de dilatación-torsión de estómago es una enfermedad aguda de pronóstico muy grave y que debe ser tratada con la máxima urgencia, ya que puede acabar con la vida del perro en cuestión de horas. Su tasa de mortalidad es muy elevada, situándose en los perros tratados a tiempo al rededor del treinta y cinco por ciento y en los no tratados en el cien por ciento.
Si bien puede sufrirla cualquier perro, sin importar tamaño o raza, las razas más propensas a padecer esta enfermedad son aquellas de pecho profundo y estómago distendido y de tamaño grande o moloso. Es bastante más frecuente en perros de raza que en mestizos.
Aunque no se tiene conocimiento de las causas exactas, sí se conocen factores que inciden en su aparición las comidas copiosas y en una sola vez, comer demasiado rápido, beber abundantemente y comer antes y después de realizar ejercicio, situaciones de estrés durante la alimentación. También parece existir una predisposición genética.